La COP26, entre promesas y acciones
Colaboración publicada originalmente en El Economista.
Es posible que estos días hayan leído o escuchado sobre la Cumbre de Líderes Mundiales que se realiza durante la COP26 en Glasgow, Escocia. Diversos medios de comunicación volcaron sus reflectores para cubrir las participaciones de importantes jefes y jefas de Estado o de Gobierno quienes tuvieron la oportunidad de expresar sus posturas iniciales sobre las negociaciones internacionales en materia de cambio climático que se realizarán por dos semanas.
A pesar de los esfuerzos de organización por parte del Gobierno del Reino Unido, el inicio de la COP26 ha dejado un sabor amargo entre las y los participantes. Durante meses hubo grandes dudas sobre si los países que se encontraban en la lista roja del país anfitrión por la pandemia de COVID-19, podrían ingresar con o sin cuarentena obligatoria; precios exorbitantes de hospedaje que representaron un gran reto para los países del sur global; además de las largas filas para ingresar al recinto, la poca capacidad para recibir a las casi 30 mil personas acreditadas y las pruebas de antígenos que diariamente deben ser realizadas.
El 2 de noviembre se anunció que 105 países, entre ellos México, se adherían a la Declaración sobre bosques y uso de la tierra, con la cual se reafirman compromisos con el uso sostenible de la tierra, con la conservación, la protección, la gestión sostenible y la restauración de los bosques y otros ecosistemas terrestres. Señalan también que trabajarán colectivamente para detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030.
Dicha Declaración podría parecer ambiciosa, sin embargo, ya hemos escuchado este tipo de compromisos y de promesas en diversos foros internacionales, cumbres, o convenciones, incluso México entregó como un componente de su Contribución Nacionalmente Determinada (NDC por sus siglas en inglés), que se comprometía a una tasa de 0% de deforestación para 2030. El verdadero reto es que los estados Parte del Acuerdo de París no solo cumplan con sus metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), sino que también incrementen estos compromisos si queremos evitar que la temperatura se eleve por más de dos grados centígrados.
Otro aspecto primordial que se está discutiendo en la COP26 es el tema del financiamiento. Es innegable que sin recursos económicos poco se podrá avanzar en los países del sur global quienes no son responsables por el aumento histórico de las emisiones de GEI. Los países más contaminantes siguen sin cumplir con su compromiso de entregar 100 mil millones de dólares por año en financiamiento climático, y aunque esto no debería ser una excusa para que países como México no cumplan con sus NDC, sí representa un obstáculo para la reducción de emisiones a nivel global. Estos recursos económicos deberían ser a fondo perdido y no préstamos que estrangulen aun más las economías de los más vulnerables.
Durante la COP26 también se delinearán temas de suma importancia como la agricultura; la silvicultura; la descarbonización de todos los sectores; la eliminación gradual del carbono; la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles y a las industrias contaminantes; el precio al carbono y los mercados de carbono; las pérdidas y daños; la adaptación, la resiliencia; y la educación ambiental.
El éxito de estas negociaciones internacionales dependerá de la voluntad de cumplimiento que asuman los gobiernos, sin embargo, la responsabilidad de reducir emisiones corresponde indiscutiblemente también a las industrias y a la participación de los gobiernos subnacionales. El futuro nos alcanzó, no necesitamos más promesas rotas.
Abogada especializada en derecho ambiental, cambio climático, energía, y derechos humanos. Ha laborado por doce años en el Senado de la República, en donde ha desempeñado cargos como el de Secretaria Técnica de la Comisión Especial de Cambio Climático, y actualmente es Secretaria Técnica de la Comisión de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Cambio Climático.